Mirarte lúcido era un castigo. Uno podía mirarte con veinte metros de distancia y podía darse cuenta de que los excesos eran tu alivio. No podías verte mejor con un par de líneas en tus venas y una petaca en cada bolsillo. Te gustaba tener ropa con muchos bolsillos. Nadie podía hablarte de tu familia sin que tus ojos saltaran repentinamente y tus pupilas comenzaran a dilatarse igual que cuando solías fumar mezclas extrañas. Te sonreías mucho cuando mencionaban lo bien que te veías con ese lúc. No podíamos dejar de decirte mentiras de mierda y algunas otras verdades.
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1 comentarios:
Mi último post es verídico. No pude dejar de preguntarme cuáles de los tuyos lo son.
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